El agua es uno de los agentes externos que más puede llegar a afectar a la integridad de una construcción. Su acción continuada puede degradar algunos materiales y llegar a crear problemas graves como humedades, filtraciones e incluso daños estructurales en las zonas más sensibles. Para evitarlos es necesario poner el foco en los sistemas de drenaje e impermeabilización, dos grandes aliados a la hora de mantener cualquier edificio a salvo de los efectos negativos del agua.

El agua: enemiga de la construcción

En una construcción existen ciertos lugares más susceptibles de ser afectados por la acción del agua: cubiertas, tejados, azoteas, terrazas, muros exteriores o sótanos están mucho más expuestos a la lluvia, a la nieve o a aguas subterráneas y pueden acabar presentando problemas si no se protegen adecuadamente. Algunos de los más comunes son:

  • Filtraciones: se producen cuando el agua acumulada en el exterior pasa hacia el interior a través de grietas, fisuras u oquedades del propio material. El problema de las filtraciones es que no siempre se producen de forma directa; es decir, las señales para detectarlas (goteras, manchas de humedad…) no siempre aparecen de primeras y, cuando lo hacen, pueden manifestarse en una zona distinta a la de la propia filtración.
  • Humedades por capilaridad: se producen cuando los materiales absorben el agua con la que entran en contacto a través de sus microporos, o lo que es lo mismo, van chupando el líquido poco a poco causando manchas y degradación de los materiales.
  • Humedades accidentales: causadas por la rotura accidental de instalaciones por donde pasa agua, como tuberías de saneamiento.

Todos estos tipos de humedades pueden ser prevenidas o mitigadas aplicando los sistemas de drenaje e/o impermeabilización adecuados.

Sistemas para combatir el agua: drenaje e impermeabilización

Para que los sistemas de drenaje e impermeabilización sean lo más eficaces posible, lo mejor es plantearlos desde la fase de diseño de la construcción, aunque si el edificio es antiguo o presenta deficiencias pueden llevarse a cabo rehabilitaciones para tratar de atajar los problemas.

Los sistemas de drenaje ayudan a recoger, canalizar y evacuar el agua para que no se acumule en ciertas zonas y cause desperfectos en los materiales. Tubos, láminas drenantes, fijaciones y otros elementos auxiliares son materiales comunes para realizar estas instalaciones.

Por otro lado, la impermeabilización consiste en la creación de barreras impermeables que evitan que el agua entre en contacto directo con los materiales constructivos. Geotextiles, telas asfálticas, impermeabilizantes líquidos… son productos típicos para realizar estas actuaciones.

Ambos sistemas se pueden aplicar de forma combinada en muchos casos, lo que aumenta las probabilidades de evitar futuros problemas con el agua.

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