Muchas veces, cuando hablamos sobre el futuro de la construcción, conceptos como “sostenibilidad” y “eficiencia energética” parecen ir siempre de la mano. Por este motivo a veces son usados casi como sinónimos, pero, aunque guardan cierta relación, no son exactamente lo mismo. ¿Quieres saber más sobre las diferencias entre construcción sostenible y construcción eficiente? ¡Pues sigue leyendo!

Sostenibilidad y construcción

La RAE define “sostenible” como aquello “que se puede mantener durante largo tiempo sin agotar los recursos o causar grave daño al medio ambiente”. Por tanto, reducir el impacto negativo de los edificios y viviendas en todas sus fases (incluyendo diseño, construcción, vida útil y demolición) es un objetivo fundamental para la construcción sostenible.

Para lograrlo, se hace una firme apuesta por materiales más ecológicos (de origen natural o reciclado, como el aglomerado de corcho, aislantes textiles o de fibra de madera, etc.), procesos y técnicas menos invasivos y soluciones que aprovechen al máximo los recursos y energías naturales (paneles solares, captadores de lluvia, orientación adaptada al clima, etc.). En ese sentido, la eficiencia energética sería una consecuencia derivada de esa búsqueda del mínimo impacto medioambiental.

Además, la construcción sostenible también tiene un importante componente social, en el que los proveedores locales y los productos de proximidad juegan un papel fundamental tanto para poder reducir las emisiones contaminantes del transporte como para repercutir positivamente en la economía de la zona.

Buscando la eficiencia energética

Cuando hablamos de eficiencia energética en construcción nos referimos a la búsqueda de reducción de la energía que necesita un edificio o vivienda para realizar funciones como la iluminación, la climatización, el agua caliente o el uso de cualquier dispositivo o sistema que funcione con energía (sea a nivel doméstico o industrial).

El nivel de eficiencia energética de una construcción se acredita con el certificado de eficiencia energética, que le asigna una nota en función de un código por letras y colores (donde letras como la A y la B y los tonos verdes indican un alto nivel de eficiencia y letras como la E y la F y los tonos rojos una calificación menor). Para poder alcanzar los niveles más altos, se recurre a la utilización de materiales y técnicas constructivas más eficientes, así como a la instalación de sistemas que consigan optimizar mejor el uso de la energía y logren los mismos resultados con menos recursos. Sin embargo, estas soluciones eficientes no necesariamente tienen que ser las más sostenibles, aunque es bastante frecuente que se combinen ambas características.

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